Por MAGDALENA ROJAS
Avezada conocedora de la cultura e historia de China, Inma González es además un puente entre la nación asiática e Hispanoamérica
LO primero que se observa al entrar a su despacho son la cantidad de libros que ocupan las estanterías dispuestas a lo largo y ancho de una pared completa. Y es que fue justamente así como Inmaculada González Puy, más conocida como Inma, hizo su primer contacto con este lejano país. “Cuando era muy jovencita me empecé a interesar por China por libros que cayeron en mis manos”, recuerda.
Por aquel entonces, eran pocos los libros escritos por autores chinos que estaban traducidos al español. Casi toda la literatura extranjera a propósito de China estaba en inglés. Inma González rememora con especial devoción un libro que marcó un antes y un después en su vida: Los vagabundos del Dharma de Jack Kerouac. Para ella, “el libro fue totalmente iniciático” y fue lo que la impulsó a aprender mandarín en primera instancia. Junto a la historia de otros “vagabundos”, la obra retrata parte de las vivencias de Gary Snyder como poeta y budista zen, quien dedicó parte de su vida a la traducción de la obra de Han Shan, de la dinastía Tang. “Me parecía algo tan increíblemente interesante y distinto”, señala.
Inma González hace un discurso en el Instituto Cervantes en Beijing en el Día del Español.
Aparte de este emblemático autor de la generación beat -un grupo de escritores estadounidenses de la década de 1950 que se caracterizó,entre otras cosas, por su devoción a la filosofía oriental y el rechazo a los valores occidentales clásicos-, La importancia de vivir de Lin Yutang o aquellos libros escritos por Pearl Buck también fueron parte de los textos que marcaron sus primeras incursiones con China.
Inma González confiesa que “las fechas le vuelan”, pero que allá por el año de 1975 o 1976 se inscribió en la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona, donde comenzó a aprender mandarín, al mismo tiempo que cursaba la carrera de historia en la Universidad de Barcelona. En esa época, aquel era el único centro que impartía mandarín, por lo que también aprovechaba de practicar toda vez que podía con amigos chinos dueños de restaurantes y durante sus estancias de verano en Taiwan, donde pasaba tres a cuatro meses cada año.
Al poco andar, el mandarín y China pasaron de ser un mero hobby y se convirtieron en un objetivo real en la vida de esta audaz mujer, oriunda de la capital catalana. “Cuando terminé la carrera decidí que lo que yo quería era venir a vivir a China”. Y así fue. Con absoluta determinación,Inma González tomó sus maletas y se instaló en Beijing en 1979, cuando se inscribió como alumna en el Instituto de Lengua de Beijing, hoy conocido como la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing. Se trataba de una época en la que China recién se estaba comenzando a abrir al mundo,por lo que las comodidades, al igual que el acceso a bienes y servicios eran muchísimo más limitados. Aun así, recuerda aquellos tiempos con nostalgia y como un punto decisivo de grandes transformaciones en la historia del país.
Al cabo de un año de intenso estudio, Inmaculada González regresó a España, pero solo transitoriamente.El destino la volvería a traer a China en 1983, aunque esta vez de forma definitiva. Salvo un breve interludio de casi dos años en que regresó a Barcelona bajo el cargo de directora de Seminarios y Conferencias de Casa Asia en Barcelona, trabajó en la Embajada de España hasta 2005,año en que le fue encomendada la misión de abrir el Instituto Cervantes en Beijing. “Localicé los edificios,negocié con las contrapartes chinas y conseguimos abrir el Instituto”,dice a propósito. Fueron meses de arduo trabajo, pero que, sin lugar a dudas, han dado sus frutos a través de los años. En 2007 le fue confiada otra importante tarea: la de abrir la Biblioteca Miguel de Cervantes en Shanghai.
A lo largo del tiempo, Inma González ha podido comprobar cómo ha crecido el interés por el castellano e Iberoamérica por parte del público chino. Se trata de un interés no solo cultural, sino que también responde a las oportunidades que se han fraguado entre las dos regiones. China tiene “muchos intereses en inversiones, operaciones, proyectos y comercio (en Iberoamérica)”, manifiesta. Cuando recién había abierto el Instituto Cervantes, ella recuerda que no eran más de 1500 los universitarios que estudiaban español en toda China. Desde entonces, ha habido un crecimiento exponencial y cada año se abren entre dos a cuatro departamentos de español, además del sinfín de academias privadas y escuelas donde también se imparte el idioma.
De esa forma, el rol que ha jugado el Instituto Cervantes como promotor de la lengua y cultura hispana es vital. Y también así el de Inma González en calidad de directora de dicho establecimiento. Pero no se trata solo de logros profesionales los que colman el corazón de la española. Fue en estas tierras donde conoció al que se convertiría en su esposo y compañero de vida. “Le conocí al poco tiempo de haber llegado a trabajar. Él era percusionista de la Ópera de Beijing y, a través de amigos en común, me lo presentaron y nos conocimos”.
Inma González posa junto a los exreyes de España, Juan Carlos I y doña Sofía en el Año de España.Fotos cortesía de la entrevistada
Entre risas y bromas, confiesa ser una gran admiradora de Diego de Pantoja, el misionero jesuita que pasó más de dos décadas en China ayudando a difundir su conocimiento en el mundo occidental. Aunque no le gusta presumir, la labor de Inma González también ha servido como un puente entre China y el mundo hispano. Además, la barcelonesa ha dedicado gran parte de su tiempo a la literatura, poesía, e incluso, al estudio de la porcelana de la dinastía Song.
Aunque ya se acerca a su jubilación, las ansias por seguir aprendiendo nunca han disminuido. “Me gustaría pasar a una fase en la que pueda dedicarme un poco más a mi formación personal, y a disfrutar estudiando y leyendo”, expresa. Por ahora, sin embargo, está dedicada de lleno al trabajo y a los próximos proyectos asociados al Instituto Cervantes: por un lado, el lanzamiento de un diccionario español-chino con terminología de fútbol, y por otro,una exposición en la estación Plaza del Pueblo del metro de Shanghai,por donde pasan más de 660.000 transeúntes a diario.
Inma González se siente agradecida de las oportunidades que le ha brindado China a lo largo de estas cuatro décadas. “Tengo que decir que para mí ha sido un privilegio poder pasar todos estos años aquí”, señala con humildad. Siempre fue un objetivo tener la oportunidad de vivir en este país y conocerlo desde dentro.Por otro lado, ha sido testigo presencial de las transformaciones que han impulsado el desarrollo de la nación.“Es algo que no se había dado en ningún otro lugar del mundo. Ver lo que ha ocurrido con China desde la primera vez que llegué en 1979 a lo que está pasando ahora es como un milagro”, destaca.
Con la misma devoción que profesa por China, Inma González continúa al pie del cañón en lo que respecta a su labor a diario en el Instituto Cervantes, ya sea organizando exhibiciones, presentaciones artísticas,charlas y otra serie de proyectos, porque para esta mujer “el aprendizaje nunca termina”.