Por JUAN CARLOS AGUlLAR
El fotógrafo mexicano Andrés Garay vino en 1987 y fue testigo de los cambios que ya experimentaba el país
LA casa del reconocido fotógrafo mexicano Andrés Garay (1951) tiene el espíritu de una galería de arte. Además de cientos de libros, las paredes están repletas de fotografías, todas debidamente enmarcadas. De ese mundo de imágenes, una recibe al visitante con un brillo especial: la de un hombre en bicicleta que pedalea por una calle de Beijing; la luz del sol matutino se filtra por las copas de los árboles, mientras tenues sombras se esparcen por el pavimento.
Garay retrata con su cámara la belleza de la vida cotidiana, que tanto le apasiona.Así lo había hecho desde 1981, cuando se inició en el fotoperiodismo mexicano, y así lo hizo intensamente en 1987, cuando visitó China durante un mes entero. Fue un viaje que le cambió la vida. Un antes y un después, porque transformó la concepción que tenía del gigante de Asia.
El fotógrafo mexicano Andrés Garay nos abrió las puertas de su casa. Juan Carlos Aguilar.
Han pasado 32 años de esa gran experiencia, pero él recuerda todos los detalles como si hubieran ocurrido ayer. En la pantalla de su computadora observa las fotografías que tomó en aquel viaje, dos mil en total, y es capaz de relatar con detalles el momento de cada toma y lo que le asombró de ellas.
De pensamiento progresista e interesado en la justicia social, el fotoperiodista deseaba conocer de primera mano los cambios que en ese tiempo estaba implementando el Gobierno chino para revitalizar el campo y combatir la pobreza. Su oportunidad llegó cuando vio en una revista un anuncio que decía:“Curso vivo de historia”, un viaje a China que tendría como eje la Ruta de la Seda.
La expedición fue coordinada por los reconocidos antropólogos mexicanos Ricardo Pozas e Isabel Horcasitas de Pozas, su esposa, ambos profesores eméritos de la Universidad Nacional Autónoma de México(UNAM) y presidentes de la Asociación de Universitarios Amigos del Pueblo Chino. La comitiva fue de 12 personas y el itinerario por varias ciudades duró treinta días.
Garay, quien ha sido colaborador de dos importantes medios de comunicación, claves para entender la historia del periodismo en México -el periódico La Jornada y la revista Proceso-, tenía una sola cosa en mente: documentar los cambios sociales y económicos que experimentaba la sociedad china,los cuales ya comenzaban a hacer eco en México y Latinoamérica.
Así, con 36 años de edad, cargó con dos cámaras Nikon, tres lentes y 60 rollos. Estaba dispuesto a caminar día y noche y documentar una sociedad que se le mostraba llena de misterios. “Deseaba perderme entre su gente y conocer las entrañas de las ciudades”, dice Garay sobre una China que para aquel año ya contaba con poco más de 1000 millones de habitantes.
Una vista de la ciudad de Shanghai en los años ochenta.
“Fue maravilloso caminar por esas calles. Todo lo que veía era impresionante, me quedé muy sorprendido”, menciona al referirse a las fotografías que tomó de mercados y escuelas, parques y comercios, y desde luego su gente:estudiantes, obreros y comerciantes. “Mi objetivo era hacer un gran reportaje de todo lo que viera en China. Visitar las ciudades, ver cómo vivían, qué comían, qué hacían, y eso no lo hubiera podido hacer más que a pie”.
Durante cuatro semanas visitó Shanghai, Beijing, Xi'an, Lanzhou,Dunhuang, Guangzhou y Hong Kong, y se trasladó lo mismo en tren, camión y automóvil, pero sobre todo a pie, siempre a pie.
Su primer deslumbramiento fue la gastronomía. “La comida fue excelente en todas partes, tanto en los más bellos restaurantes, como en los puestos callejeros. Las tres comidas eran riquísimas, un agasajo, todo era sabroso. Fue increíble ver cómo hacían los fideos a mano”,recuerda Garay, quien tuvo como maestros a dos pilares de la fotografía mexicana: Manuel Álvarez Bravo y Nacho López.
Su segundo asombro fue aún más demoledor. “No vi ningún tipo de pobreza como se nos había dicho.Vi una China próspera y muy igualitaria. Todos, sin excepción, tenían calzado, casa y comida. Todos tenían dónde vivir y había capacidad alimentaria para todos y eso era admirable. Puede sorprendernos ahora, pero China ya era un país fuerte en aquellos años”.
“En ese entonces, en México había gente que no tenía qué comer,pese a que el país es diez veces más chico que China. Eso fue lo sorprendente, que una nación tan grande fuera capaz de alimentar a todos sus habitantes”.
“En ese entonces, en México había gente que no tenía qué comer, pese a que el país es diez veces más chico que China. Eso fue lo sorprendente,que una nación tan grande fuera capaz de alimentar a todos sus habitantes”, dice Garay.
En 1987, Andrés Garay se encontró con una China próspera, que ofrecía trabajo a todos sus habitantes.
La felicidad de tres niñas al salir de la escuela, en una imagen capturada por Garay.
Para 1987, China tenía nueve años de haber implementado la política de reforma y apertura que, entre otras acciones, otorgó importantes incentivos a los productores agropecuarios. Esto permitió cubrir las necesidades alimentarias de millones de chinos y que salieran de la pobreza extrema.
China comenzaba a experimentar los primeros cambios y de eso fue testigo Garay. El mejor ejemplo de esta transformación lo atestiguó estando a miles de metros de altura.Viajaba en avión de una ciudad del sur rumbo a Shanghai, y durante todo el trayecto, alrededor de cinco horas, lo único que vio fue cómo miles de personas trabajaban el campo.
“Fue realmente impresionante ver desde la ventanilla todo el país sembrado, todos sus campos dando alimento a su gente, nunca olvidaré esa imagen”. Luego de reflexionarlo un poco, afirma: “El gran aprendizaje del viaje fue conocer de cerca un sistema político que los jóvenes mexicanos teníamos como modelo.Me quedo con eso, y con todo lo diferente que puede ser su manera de vivir, aunque sin olvidar que también compartimos muchas similitudes y simpatías”.
Tras su viaje a China, Garay realizó una exposición fotográfica en la Casa del Lago de la UNAM y obtuvo el primer lugar en el Premio Nacional de Periodismo de 1988, que organizaba el Instituto Nacional de Bellas Artes. Hace unos meses decidió dar a conocer este material a través de sus redes sociales y ahora trabaja en un libro que lo reúna.
Por lo pronto, ya sueña con lo que hará cuando regrese a China. “Primero, comer delicioso, pato laqueado o fideos; después, documentar la China moderna, las grandes ciudades, los rascacielos, los trenes de alta velocidad. Mi sueño es ese,regresar a la China más moderna y desarrollada”, finaliza.